Marel González Escobar
Los cubanos llegan a casa estremecidos del playstation al papalote. Las familias corren a los cines para sumarse al juego, temerosas de la última tanda. Se frustraron el calor y la butaca incómoda. Dos niños y una buena historia sacuden, emocionan y hasta "empinan", como los mejores papaloteros, a millones de personas.
Es su reciente travesura. El más inquieto del “piquete”, Ian, sonsaca sensibilidades, y desempolva valores medio extraviados en los vericuetos de la vida, esa que no muerde y sonríe a todos con las mismas ganas. Se le mira en "chivichana", a un lado la corbata ceremonial, loma abajo por los barrios de la Habana, Santiago de Cuba, o Camagüey.
En el centro de Holguín, uno de los portales se llena cada dos horas, y vuelve. El Cine Martí se desborda en visitas. La gente anda junto a “los nativos” en suceso que no discrimina edades. Nietos y abuelos asisten al aula, se pierden en una guagua, lavan botellas y lo mejor, piensan. El papalote echó a volar…
En el centro de Holguín, uno de los portales se llena cada dos horas, y vuelve. El Cine Martí se desborda en visitas. La gente anda junto a “los nativos” en suceso que no discrimina edades. Nietos y abuelos asisten al aula, se pierden en una guagua, lavan botellas y lo mejor, piensan. El papalote echó a volar…