domingo, 8 de enero de 2012

Crónica de un almanaque

Marel González Escobar

Vaya tiempo implacable, tenacidad de péndulos y agujas. Una  y otra vuelta, el sol, la luna y vuelve. Uno, dos, tres, desfile de días sin parar.

Las personas andan sin advertirlo, y luego, el asombro cuando miran a enero por la cintura.  Avanza este 2012,  ya nadie recuerda los funestos y controvertidos presagios que despertó el calendario Maya. 

Los cubanos no paran de felicitarse, amistosos, pegajosos, “relambíos”, diría mi abuela, “pero divinos”. 
El almanaque se desplomó de la pared, pero los olores de la fiesta todavía andan las calles, y hasta llenan esta hoja electrónica de soniditos y lucecitas frías, ruina de los carteros, competencia del olor a tinta de los diarios.
Siempre optimistas, con sus planes sobre los hombros, grandes o pequeños, no importa. Unos confían en el destino, otros en la buena suerte, aquel en los astros, y no falta quien cree en Dios, como en sus manos y su voluntad. 
Las campanadas de un empinado reloj despertaron a la ciudad,  anunciaron el estreno de otro domingo y la gente salió a caminar en un país que sacude su economía.  
Lo vieron en la “tele”, y luego cada quien hizo su propio artículo en una esquina, en la bodega, o la barbería, un poco más seguros, confiados con los cambios.  El cochero se convierte en jurista, la actriz dice de economía y la maestra hace sus números.
Puede que este enero,  los reyes magos no hayan traído su mejor oferta, puede que le faltaran bombillitos de colores a la Navidad,  los frutos secos y  los famosos turrones que contaba mi abuela Nana. 

La familia, la gracia del cubano, el cariño, el deseo de salud, de seguir, la alegría de ser, llenaron esos espacios en blanco, y cruzan este enero.  
El almanaque nuevo, colgado tras la puerta, parece no poder desprenderse de los olores a “macho asado” envuelto en música, ron y  manoteo, ese gesticular único de gente alegre, desenfadada, que habla rápido, alto, y siempre cree que tiene la razón, como buenos cubanos. Desempaquetamos el primero de otros 12 meses, para vivir un año más en Cuba.