domingo, 18 de diciembre de 2011

En busca de una ventana

 Marel González Escobar


Una fina  llovizna remoja la ciudad.  Los  bancos del  parque desiertos, mientras las personas  sortean los  laguillos en las calles, aceras, mas no renuncian al domingo. Algunos rinden honores al invierno enredados en bufandas, otros, más atrevidos, parecen olvidar los rigores del calendario, y se lanzan convencidos de la inmortalidad  del verano.  

Yo apenas me asomo al gran ventanal de mi cuarto. Les miro,  y casi me animo a ser como ellos.  El  invierno no conoce mis sábanas, siempre cálidas, traviesas, orgullosas de sus arrugas, y mis secretos. Solo en ellas confío.
La  tarde fue corta. Los demonios del domingo me hacen burlas, pero llegaron tarde a un fin de semana que fue fin y comienzo. 
Ya les conozco, primero asoman sus colas y luego retuercen los ojos, inquietos, suben por las paredes, cruzan bajo la cama, cuchichean, ríen, desandan,  cambian letras, mientras leen estas oraciones patas arriba.   Pero llegaron tarde, mojados, sin sombrilla. 
A  unos pasos, un angelote permanece atento, regidor entre nubes y almas.    Alguien sin rostro,  lee  este  montón  de  oraciones, hechas  al descuido.  Sujetos  y predicados en  desorden,  clandestinos frente a las severidades de la Gramática.  Ideas sueltas, faltas, erratas, disturbios o  sensatez bajo la llovizna.
Párrafos que no admitirían el almidón de los márgenes, los títulos.
Vocales y consonantes  hiladas de un tirón, salieron  en busca de una ventana.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

De la Ciberguerra a la Ciberdefensa activa

www.cubadebate.cu

La  capital  cubana es sede de la voz alternativa frente a los grandes medios de información. Delegados de más de 12 países exponen sus valoraciones.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Entuertos de la acera de enfrente.

www.juventudrebelde.cu/opinion/2011-11-26/preguntas-en-las-aceras/
Les  propongo este comentario de un amigo.  Tropiezos de  todos los días, le hicieron  quitar la virginidad a una cuartilla en blanco. Se  me  adelantó, y hasta a usted mismo, que sin muchas búsquedas entre sujetos y predicados, más de una vez realizó un similar comentario en una de las esquinas de su ciudad.

domingo, 16 de octubre de 2011

Rio arriba, Velázquez iza sus velas.


Marel González Escobar.

Fabulaciones colgadas,  arrastradas por  una  corriente de espectros, técnicas, historias, personajes.  La  galería "Fausto Cristo" de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en la ciudad  de Holguín,  acoge las murmuraciones en acuarela del  pintor Víctor Manuel Velázquez (1980), quien navega frente a la mirada de todos.    




25  piezas musitan, se carcajean, riñen para narrar su travesía río arriba. 
Orgía   de los  adentros, “visión líquida” de un  joven artista en su séptima exposición personal.   Un  refinamiento  que invita a los excesos, a los placeres “mundanos”, destapa las esencias,  sabrosos líquidos  del hombre que desembarcan en las paredes de la muestra, sin miedos.
 Piernas  y brazos cosidos, falos erectos sugieren pasajes clímax  de la existencia, herbajes, barcas siempre a salvo, voceras del naufragio, cabezas fósiles e inviernos. 
La mirada de un isleño hacia las cúpulas de una latitud ajena al trópico,  perdida en el siglo XVl.  
“Holandés errante”, calificativo de apertura frente a  la insularidad de sus delirios. Huesos, rostros y ojos escondidos en un discurso  que sonsaca y merece que se le descubra, o al menos, se le mire sin desgano.   
Perros, tintes, manchas,  para  que  el blanco  deje de serlo, y se convierta en historia, en criatura ávida de aventura. 
La Exposición “Rio y Súmula”  se escurre, por los caminos del agua, junto a los pinceles de Velázquez, oftalmólogo de profesión, pintor autodidacta, y  poeta desde la cartulina y la sensibilidad del ser humano que guarda.  Su  viaje en una barcaza que también carga apuntes literarios en armonía con tonalidades ocres; mágica simbiosis entre la imaginación y desvelo por las letras. Su obra ha servido para ilustrar numerosos libros.
 
El joven holguinero ha participado en más de veinte de exposiciones colectivas dentro y fuera del país. En  suma vital, inquieta, perdurable, Víctor  Manuel  iza sus velas río arriba.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Colorean “La Yabita”.




José se había despertado de apuros en medio del fin de semana. La abuela supo que tenía algún “plan” entre manos. Sus amigos, también con  8 y 10 años,  le estaban esperando en la esquina para ir donde la maestra Sonia Aguilera, quien les había convocado a pasar el día juntos.   

Primero, los dibujos comenzaron a colocar colores a La  Yabita, así se llamaba su comunidad en la ciudad de Holguín. Aparecieron techos rojos, árboles con frutos, la bodega, el perro más combativo y el más cariñoso, cercados, jardines, y hasta los vecinos caminaron por aquellas hojas de papel; el lechero, María, la costurera, el ponchero y Francisco, el “cuentacuentos”.  

Nuestra cámara grababa las historias de la comunidad en el consejo popular Alcides Pino. Llegamos atraídos por un proyecto que modificaba maneras de pensar, actitudes ante la vida, comportamientos a favor del ser humano y la convivencia.

El  ejercicio es parte de la iniciativa “Un sábado en familia” , la cual  colorea la vida en aquellos caminos.

“Desde  hace 3 años, las acciones  se  dirigen a transformar  modos, estilos de vida, en una zona donde proliferaron el  alcoholismo, el desempleo, el bajo nivel de  escolaridad y la  violencia  familiar.”

Así  nos comentó la maestra Sonia, desde el portal de su casa, mientras, en la sala, los niños se disputaban los lápices de colores para que su idea fuese la más linda, atrevida y cuidada.

La Federación de Mujeres Cubanas (FMC), conduce el proyecto junto  a organismos e  instituciones del territorio. Conversatorios, cursos, opciones culturales,  la  práctica  del deporte  y  la  recreación sana,  contribuyen  al cambio.

Poco a poco los vecinos se incorporaban a un sábado que revoluciona el barrio. Terminada la sesión de dibujos, José y sus amigos participaban en una competencia, carrera de ida y vuelta, con  victoria para quien respondiera con total acierto una pregunta de Historia, Aritmética o sobre las reglas ortográficas.  Mientras, los abuelos revolvían fichas, y sacaban sus cálculos frente al dominó.

La Federación de Mujeres Cubanas pone la mirada en 28 comunidades de la provincia de Holguín, con una compleja problemática social, y planea llegar más lejos.

A  media mañana, la maestra Sonia animaba el encuentro de conocimientos, el juego de dominó anunciaba un cierre olímpico,  y  las artesanas detuvieron sus manos para sumarse a la expectativa,  entre trozos de tela y naturaleza muerta que luego irían en perfecta armonía a ambientar las casas de los vecinos.   

“El barrio ha cambiado, las personas participan en el proyecto, disminuyó el alcoholismo,  hombres y mujeres se han incorporado al trabajo, aún no  estamos conformes, pero la comunidad es otra”.

Cierre  de fichas sobre la mesa y el gane para los abuelos de José.  Mientras,  en el comedor de Sonia, los dibujos terminados mostraban una comunidad transformada,  llena de colores y luces bordeando la loma en las afueras de la ciudad.

lunes, 1 de agosto de 2011

Del playstation al papalote


Marel González Escobar


Los cubanos llegan a casa estremecidos del playstation  al papalote. Las familias corren a los cines para sumarse al juego, temerosas de la última tanda. Se frustraron el calor y la butaca incómoda. Dos niños y una buena historia sacuden, emocionan y hasta "empinan", como los mejores papaloteros, a millones de personas.
Es su reciente travesura.  El más inquieto del “piquete”, Ian, sonsaca sensibilidades, y desempolva valores  medio extraviados en  los vericuetos de la vida, esa que no muerde y sonríe a todos con las mismas ganas.  Se le mira en "chivichana",  a un lado la corbata ceremonial, loma  abajo  por  los barrios de la Habana, Santiago de Cuba, o Camagüey.   

En el centro de Holguín, uno de los portales se llena cada dos horas, y vuelve. El Cine Martí se desborda en visitas. La gente anda junto a “los nativos” en suceso que no discrimina edades.  Nietos y abuelos asisten al aula, se pierden en una guagua,  lavan botellas y lo mejor, piensan.  El papalote echó a volar…

martes, 12 de julio de 2011

miércoles, 29 de junio de 2011

¿Quién le cuelga la "a" al gato?



Marel González Escobar.

Bastó con que despidiera los olores de la cañada, para confirmar su sobresalto frente a “la gran ciudad”. 
Demasiado ruido, luces y tantas personas a la vez, le robarían el oxígeno.
“Cómo pasar inadvertida con este cantao que me regaló la loma”, pensaba.

Un concierto de ruedas y raíles acompañó las imágenes en su cabeza.  Después de 16 horas de viaje, Carmen estaba en el corazón de la capital sorteando los guiños de los semáforos en enormes avenidas, donde la otra orilla se le convertía en un desafío para atletas.

Tendría que lucir “guajira refiná”, dijeron mientras preparaba sus maletas.  Pero ella siempre sería fiel a sí misma desde su gracia campesina.

Carmen era una de las pocas mujeres que había decidido tomar un pedazo de tierra holguinera,  y hacerlo parir con  manos propias. 
Para su padre, el hecho fue un atrevimiento, una aventura más; para su abuela, una ofensa a las faldas de la familia.  Pero allí estaba, animada a contar su historia.

La amapola…

La conocí en una sala de conferencias, vivos su acento, gestualidad y los olores de la montaña frente a todos y todas, como escuchó reiterar, sin entender mucho, a quienes hablaban de género durante la sesión que me interesaba reseñar.

 Aquella holguinera era de las cubanas que había hecho suya la tierra, desde la siembra hasta la cosecha, cuando la voz femenina de la familia, nunca antes había sobrepasado el portal de la casa.  
“Al principio fue difícil acabar con el marabú, pero ahora mis áreas están listas para la primera recogida”

Así refirió en entrevista frente a un reportero que pretendía convertirle en el personaje de su historia por ser mujer y bicho raro. Lo descubrió en su mirada de cubano machista bajo el disfraz de lo que, a su juicio, se  debía decir y no sentía.
 
“Casi me planta una amapola bajo el sombrero, porque la mujer cubana no podía dejar de ser femenina, ni con un azadón en la mano”, me comentó riendo las señas de su debut en un reportaje para la televisión.

Lo cierto es que Carmen le había colgado una  a  a los beneficiados por la entrega de tierras en usufructo; más de 10 mil habitantes de la provincia de Holguín ponían a producir los terrenos abandonados en las manos del ocio.

“Pero más difícil fue arrancar el marabú de sus mentes, y que me aceptaran determinando cuando, dónde y qué sembrar. Supuestamente debía estar en casa, donde había mucho que hacer por la comodidad de la familia”

Entonces volvió a su silla, en aquel salón que ya le parecía como casa propia, donde encontró experiencias de uno y otro lado del país, hablando en similar lenguaje más allá de una corbata, de una amapola y un podio.  Mi  cámara regresó con el conferencista.

De faldas y corbatas …

La organización patriarcal, dividió responsabilidades entre hombres y mujeres. De tanto romper almanaques, el tiempo hizo algunas concesiones, sin embargo, en Cuba  respira la herencia que acariciaron nuestras abuelas y abuelos.
Los estereotipos de género se alimentan del imaginario colectivo, y este, a su vez, les reafirma.

 Aunque en ocasiones desde el silencio o sin advertirlo, los medios de difusión masiva favorecen el ciclo.  Y no se trata únicamente de repartir la a o la o en el discurso de un producto comunicativo, sería demasiado simple, sino de modificar la mirada respetando la  capacidad, la inteligencia, lo diverso y múltiple, en un espacio común. 
 
Será arduo desbrozar el camino, en una sociedad machista, transformar el pensamiento, provocando maneras diferentes de obrar frente a la familia, a la sociedad. Es más difícil que colgarle cascabeles a un ejemplar gatuno, como dice un buen amigo, pero reconocer la necesidad de hacer, ya es el primer paso. 

Urge una práctica desde la ética, pues nada resultará totalmente azul, rosado o negro en este mundo.

Carmen, campesina de estreno en el surco, guajira de alma desde su nacimiento, procuraba razonar cada frase pensando en  su historia, a cientos de kilómetros de la montaña.  Preguntaba sin remilgos,  y a media mañana ni siquiera advertía mi cámara.

El tren …

Al final del día  “la gran ciudad”, dejó de aplastarle, y anduvo más segura las inmensas avenidas al reconocerse a sí misma.  Conversó con  ese “cantao” que disfruta más por ser suyo, diferente, natural. 
Volvió consciente de no ser bicho raro, como alguna vez le premió un reportero en “la tele”.  Paso a paso  comenzaba a mirar el mundo desde otra perspectiva. Descubrió que los acordes de ruedas y raíles, en tren de vuelta a la loma,  armonizaron mejor con las imágenes que cruzaban por su cabeza, mientras buscaba la manera de colgarle, en lugar de cascabeles, la a al gato.