domingo, 18 de diciembre de 2011

En busca de una ventana

 Marel González Escobar


Una fina  llovizna remoja la ciudad.  Los  bancos del  parque desiertos, mientras las personas  sortean los  laguillos en las calles, aceras, mas no renuncian al domingo. Algunos rinden honores al invierno enredados en bufandas, otros, más atrevidos, parecen olvidar los rigores del calendario, y se lanzan convencidos de la inmortalidad  del verano.  

Yo apenas me asomo al gran ventanal de mi cuarto. Les miro,  y casi me animo a ser como ellos.  El  invierno no conoce mis sábanas, siempre cálidas, traviesas, orgullosas de sus arrugas, y mis secretos. Solo en ellas confío.
La  tarde fue corta. Los demonios del domingo me hacen burlas, pero llegaron tarde a un fin de semana que fue fin y comienzo. 
Ya les conozco, primero asoman sus colas y luego retuercen los ojos, inquietos, suben por las paredes, cruzan bajo la cama, cuchichean, ríen, desandan,  cambian letras, mientras leen estas oraciones patas arriba.   Pero llegaron tarde, mojados, sin sombrilla. 
A  unos pasos, un angelote permanece atento, regidor entre nubes y almas.    Alguien sin rostro,  lee  este  montón  de  oraciones, hechas  al descuido.  Sujetos  y predicados en  desorden,  clandestinos frente a las severidades de la Gramática.  Ideas sueltas, faltas, erratas, disturbios o  sensatez bajo la llovizna.
Párrafos que no admitirían el almidón de los márgenes, los títulos.
Vocales y consonantes  hiladas de un tirón, salieron  en busca de una ventana.