Holguín, apuntes
de una brújula.
Marel González Escobar
Uno, dos, tres kilómetros, el cuenta millas hacía
añicos los acimuts, señales y colores
del mapa que prometió, hasta aquellos días, una nueva aventura. Vestidos de
“conquistadores” recorrimos la mayor parte de una larga y estrecha
isla en el Caribe. Tomamos carretera para respirar como las personas que
se cruzaban a nuestro paso, de hablar atropellado, desenfadados,
bromistas, siempre riendo, aun cuando el
calor castiga más.
Poco más de 900 kilómetros
transitados desde Pinar del Rio, donde comienza Cuba. La brújula nos colocó a los pies de los mogotes de Viñales,
luego la Habana, capital que seduce
y enamora entre callejones, los restos de una muralla y una rica historia que
rejuvenece en cada visita. Habana Vieja
que hicimos nuestra ceñidos a los antojos de leyendas, castillos, corsarios y
una bitácora.
Santa Clara, Trinidad con sus calles coloniales,
la otrora Puerto Príncipe, hoy el
Camagüey de trazado urbanístico enrevesado,
donde las iglesias despuntan como faros para orientar a los caminantes, y Holguín, según le definiera el almirante Cristóbal Colón una mañana de domingo de
1492: “La Tierra más Hermosa”.
Un cerro con una
gran cruz de madera, conocido por Loma de la Cruz, obliga a ascender siguiendo la tradición implantada por cierto fraile
franciscano que guió a decenas de
feligreses en el siglo XVIII para
alejar los males de la comarca. Más de 450 escalones agitan la respiración y en la cima, la decisión de continuar camino hacia la costa, travesía recomendada
por mi amigo Luis, quien llega a casa cada
año con montones de historias sobre
Cuba. La playa Guardalavaca, ubicada a 56 kilómetros al
Nordeste de la ciudad de Holguín, sería
nuestro destino al salir el sol,
volvería yo con mis apuntes, siguiéndole
el juego a la Naturaleza, las
tradiciones y la historia de aquel
lugar.
Litoral a la vistaaaaaaaaa
Poco sentimos el camino por la carretera. El paisaje atraparía las musas de cualquier pintor
o la sensibilidad de un fotógrafo para que nadie cometa el pecado de
olvidarle. Finalmente, el balneario Guardalavaca.
Fue inevitable explorar, desentrañar aquel pedazo de
Cuba que somete por su extraordinaria belleza.
Anduvimos entonces pisando una
fina arena de color crema rosa que aceptaba las huellas como si nos conociera
toda la vida.
Decenas de personas disfrutaban el espacio.
Palabras en varios idiomas se cruzaban, hasta que descubrimos, apartados en apariencia del gozo, a tres jóvenes que mapa en manos
tomaban muestras de arena, y anotaban
cuidadosamente en sus carpetas de trabajo.
Ridel Rodríguez, Geógrafo y Oceanólogo, nos saludó bajo una gorra y dentro de
una camisa a toda manga para
protegerse del sol. Medio sonriente y
con cierto orgullo, nos calmó el extravío:
“Estamos al
Oeste de la Bahía
de Samá, a unos 29
kilómetros de Cayo Bariay.”
Bariay, sabíamos que era el entorno que ubica el descubrimiento de
Cuba en octubre de año 1492, encuentro de las culturas del Viejo y del
Nuevo Mundo, pero había más por desentrañar,
algo que ni enciclopedias, ni Internet podían llenar, fuera de competencia
frente a las vivencias, olores y
emociones. Entonces llegó una y otra
pregunta hasta terminar a la sombra de las uvas caletas.
“El sector costero Guardalavaca tiene una extensión de
2510 metros,
de los cuales 2100
metros corresponden a playa y el resto
a costas acantiladas de poca altura.”
Mientras, advertíamos pendientes suaves en las zonas
de baño. Con el paso del día los
turistas tomaban posición en
la arena, y los más inquietos se
adentraban en las transparentes aguas,
donde la gama de azules combinaba como en paleta de pintor para no aburrir.
Fue entonces cuando como fieles expedicionarios, caminamos con Ridel por aquellos parajes.
“Todo el litoral está antecedido por un arrecife de
coral costero que se distribuye de forma irregular entre 300 m y 700 m de la costa. Hacia el interior son abundantes los
pastizales de fanerógamas y algas marinas.
- ¿Qué tipo de
peces habitan?, preguntó quien de vez en
vez viste de buzo en el grupo.
“En estas áreas es usual encontrar una gran variedad
de peces que utilizan los pastos marinos,
los arrecifes como refugio y zonas de alimentación. Por su colorido y
cantidad sobresalen los peces loros, pargos y barberos, además de erizos,
abanicos de mar y esponjas. Una zona interesante para ejercitar el buceo”
-¿Qué origen tiene
el nombre de Guardalavaca?
“Guardalavaca es un sitio conocido desde el siglo XVII. Según los historiadores, el nombre, debe su origen a que la zona era acechada por filibusteros y
piratas, como voz de su presencia se mandaban a guardar las vacas. Sepan
ustedes que las carnes, el cuero
y el carbón eran productos que se contrabandeaban en la zona”, comentó Ridel Rodríguez, quien
en una esquina de su
carpeta de trabajo cargaba la nota que escondía su desenfado: Máster en Ciencias.
La historia había embrujado al equipo de aventureros, atentos a cada
palabra del investigador, conocedor y sencillo, suerte la nuestra encontrarle. Alrededor,
algunas instalaciones hoteleras de donde salían los turistas rumbo al
mar. Era más de media mañana y tomamos destino opuesto, aún con deseos de
saber, pero Ridel y los otros investigadores debían continuar su trabajo. El agradecimiento y un último apunte en mi
agenda gracias al apasionado oceanólogo.
“Los acantilados relictos en la
parte posterior de la playa, la alternancia de playas en forma de caletas y
guirnaldas, la existencia de una exuberante y a veces exótica vegetación, junto
al color de las arenas y el mar, son
elementos que distinguen a Guardalavaca en Cuba.”
Intimidades de un mapa.
Hasta Holguín se puede llegar vía aérea, tomando vuelos que tocan tierra en el aeropuerto
Internacional Frank País García, ubicado a 72 kilómetros de la
playa Guardalavaca, el cual tiene
vínculos con un promedio de 16 aerolíneas. Canadá, Alemania, Italia, Inglaterra, Holanda y Estados Unidos, son los principales
emisores. Hasta 60 vuelos internacionales arriban allí cada semana en
temporada alta de turismo, trasladando a más de 7 mil visitantes. La mayoría llega a los balnearios del litoral
holguinero, entre ellos Playa Esmeralda,
Pesquero, Yuraguanal y Guardalavaca, desde donde se puede salir a conocer
uno de
los más importantes
enterramientos aborígenes de Cuba,
conocer Gibara, mágico pueblo de
pescadores, o dar una vuelta por Bariay.
En una de las instalaciones de la playa Guardalavaca, decidimos pasar la noche como en casa. El día había sido intenso. Rodeados de gente amable, siempre contenta y dispuesta a ayudar. Claro que fue imposible prescindir de los olores y sabor de la típica comida cubana, luego, el ritmo de la conga oriental con lo chévere del paso, al menos estrenar el baile cuando el agotamiento no dejaba para más. Sólo entonces, guardé mis apuntes y dejé listo mi traje de aventurero para continuar camino al amanecer.