Marel González Escobar
Hoy lo decidí. En mi otra vida permutaré las tardes de domingo. Puede ser para un lunes, con todo y lo marrón que se imagine, un miércoles, le dije a la semana que podría negociar cualquier espacio en su crucigrama.
Dicen que no importan latitudes ni acentos, hasta en los aviones son grises las tardes de domingo.
Cruza la semana, termina el sábado y ocurre otra vez. No valen piruetas, mañas, planes, siempre es complejo tomar aire. Como un peso y un vacío. La gente camina, se mira y lo advierte, muchos sin decir, como si no se atrevieran a confesarlo. Casi un estigma para el comienzo o el fin después del medio día. Vaya embestida la de esa tarde. Regaño para unas 6 horas, que, por suerte, no serán infalibles.
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