sábado, 6 de noviembre de 2010

Noticias de un sábado sin sol.

Marel González Escobar.  

Medio gris,  medio fresco, los bancos aún húmedos, y un diario que anunciaba el adiós a la tormenta.  Las  personas  se miraban acudiendo a una cita planificada en secreto.  Abrigos y bufandas se apresuraron, rompieron la cerradura en noviembre, y aún, con el olor a madera antigua, a humedad, a retazos, salieron a la calle para enredarse de los pies a la cabeza. 
Los fiscos, los corredores, y una gran cruz de madera le hicieron el juego.  El  día fue gris,  no  verde, ni  azul,  no  fue arcoiris; gris de  nubes, y sobre ellas anduvo uno y otro refugiado de la ciudad.  Siguieron el rastro de  un capitán extremeño, atrevido, aventurero como ellos mismos,  con olores a indios, negros, criollos y luego, holguineros, como  dicen los periódicos.
Las mujeres no maldijeron  la humedad de las sábanas colgadas, parecía no importar que, tal vez,  fuera para siempre.
 La gente cruzaba, subía, ida y vuelta con cualquier pretexto.  Demasiado peso el calor,  luego  un ciclón y una tragedia que sacude, vuelve, reposa, no se olvida.
Pero aquella mañana,  en el afán de estar vivos, decidían salir a respirar, a ejercitar los pulmones en ese oficio que sólo en  ocasiones se advierte. Pocas veces importó el sábado sin sol más allá de los poetas. El invierno convirtió en noticia a un sábado sin sol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario