viernes, 4 de julio de 2014
Vaya, chico, estás en Cuba
Marel González Escobar
Vinieron desde el otro lado del mar. En sus maletas: planes, aventuras por escribir y el afán de confirmar viejas historias narradas por sus padres en torno a Cuba. Disfrazados de conquistadores, sin otra brújula que la inspiración, arribaron al corazón de La Habana.
Pie en suelo, el calor del archipiélago les quebró termómetros y abanicos. Mientras, tomaba yo un avión rumbo a la capital, desde Holguín, provincia cubana donde el Almirante Cristóbal Colón se convenció de estar frente a la tierra más hermosa, según escribió en su diario, al descubrir la isla en mil 492.
El Instituto Internacional de Periodismo José Martí invitaba a compartir saberes. Una mezcla de acentos enriqueció el diálogo entre profesionales de la Comunicación procedentes de América Latina: Ecuador, Colombia, Chile, Nicaragua, Guatemala, Cuba, hasta completar una decena de naciones.
El Seminario Internacional Periodismo y Turismo, les sonsacó las mañas de reporteros, saltaron preguntas, respuestas y reflexiones. La historia de este país, sus tradiciones y la realidad de la Revolución Cubana, atiborraron las agendas en conferencias y conversaciones informales en cualquier esquina.
El periodista e investigador Ciro Bianchi, narró los andares del escritor Ernest Hemingway en la Habana, y nos robamos otros “secretillos” del afamado novelista en la finca Vigía, donde todavía se sienten sus pasos por los pasillos de la casa. Otros expositores hicieron referencia a las proyecciones del turismo en Ecuador, Guatemala y mi país. En el evento donde no faltó la mejor propuesta para degustar un tabaco nacido de las vegas de Pinar del Rio, la más occidental de las provincias cubanas. Luego, el conocido cabaret Tropicana, los tonos de la Compañía de Arte Lírico Habana Clásico en el lobby del Hotel Iberostar Parque Central, y el asombro ante los dones que le concedió la Naturaleza al balneario de Varadero.
El desenfado, las bromas, la comida típica y la musicalidad de los anfitriones sedujeron a muchos. La cordialidad, el interés por conocer, la sencillez, y las costumbres de los que atravesaron el mar, conquistaron a otros.
Juntos cantamos La Guantanamera, unidos bailamos al 1,2,3 del Cha Cha Chá, cercanos, como en casa, intercambiamos chistes e incorporamos maneras de decir: “Vaya, chico, estás en Cuba.”
La hora de regresar sorprendió, no parecía estar en relojes y calendarios. Hoy Internet acoge la impronta de un encuentro afectuoso en La Habana. Cruzan el mar, sin frenos, fotos, guiños, abrazos, la gratitud por hacer amigos y la promesa inevitable de volver a Cuba.
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